sábado, 14 de abril de 2012

Montaraces del Norte XIX

Registraron la torre-faro. Hallaron diverso material y, escondido, un cofre con monedas de oro y un papel que indicaba lugar y hora de encuentro: campo a través, en la linde norte del bosque, camino a las Landas de Etten. Hacia allí fueron con los caballos que encontraron en el establo de la torre.

Asistieron a ese encuentro, con Kargor y Thorongil al frente y Díndae oculto entre rocas y árboles nevados, con su arco listo. Aparecieron de la nada un grupo muy amplio de orcos. Eran grandes y bien armados, y el que hablaba parecía controlar la situación. Situación que, por un momento, pensaron que se les iría de las manos. 
Pero el líder orco, un tal Urkâsh, pareció reconocer a Kargor, llamándolo Seregring... obviamente la cicatriz que el licántropo le había dejado había provocado la confusión que Kargor no se encargó de aclarar, por supuesto. Siguiéndole el juego al orco, continuaron con el negocio.
El oro del cofre no era si no para contratar a unos extraños orcos, más fibrosos y esbeltos que a los que los tres dúnedain estaban acostumbrados. Eran un grupo grande, cerca de treinta, y la finalidad estaba clara: atacar Cameth Brin.

Cerraron el trato para poder salir vivos de allí, y se confirmó que el ataque sería en un par de días. Los tres muchachos se despidieron y, tan pronto como pudieron forzaron la marcha hacia Cameth Brin para dar el aviso. Pero antes tuvieron un extraño encuentro...
En la primera noche de camino escucharon un sonido desconocido, como de un animal lamentándose. Acabaron encontrando a un Águila herida con una flecha en un ala. Consiguieron acercarse y curarla, y resultó que la herida era superficial. Era una Gran Águila que se había acercado demasiado al grupo de orcos y se había llevado un virote de premio. 
A la mañana siguiente el águila, de nombre Ausorne, enorme a ojos de los montaraces, demostró que podía volar. Díndae le pidió como pago por salvarla un favor: que avisara a Rivendel del ataque a Cameth Brin. El águila juró hacerlo.

Cabalgaron y cabalgaron y llegaron a Cameth Brin, donde los hombres de Seregring habían desaparecido y sólo quedaban unos pocos soldados que más bien eran granjeros, enfermos para añadir más facilidades.
Hablaron con Godric, mayoral del rey Broggah, ya que el propio rey no salía de su palacio. Godric informó de que la ciudad estaba libre de los hombres de Seregring, pero que una extraña enfermedad había postrado a gran parte de la población, que ahora se intentaban recuperar en sus hogares. Los tres muchachos se miraron, recordando que en un día podrían tener a treinta orcos mestizos atacando las puertas. Díndae se ocupó de encontrar la plaga, cosa fácil: el agua del pozo principal había sido envenenada con hierbas ponzoñosas. El remedio era sencillo: agua limpia y reposo.
Mientras, Thorongil y Kargor pusieron a la gente sobre aviso y los prepararon para la batalla. Wulfric, un viejo pero animado capitán de la guardia les abría cuantas puertas necesitaran. Montaron barricadas en todas las zonas indefendibles, vaciaron las casa exteriores y reunieron a toda la población en un único barrio. Trabajaron todo el día cargando madera, armas, heridos. Su espíritu animó a muchos que, gracias a los remedios de los montaraces, entre ellos infusiones ligeras de athelas, se recuperaron lo suficiente como para blandir un arma.


Pasó la noche y el día siguiente, 14 de enero del 2912. Contaban con pocos hombres jóvenes enteramente recuperados, pero la presencia de los dúnedain los enaltecía.

Pero la siguiente noche no pasaría tan fácilmente. Lo vigías avistaron a los primeros orcos hacia la medianoche. 

Los tres montaraces habían dispuesto las defensas para hacer creer que la puerta sur era la más vulnerable. La estrategia urdida por Thorongil dio sus frutos, y la primera oleada cayó sobre ellos. Los norteños disparaban sus arcos cortos, mientras que Kargor y Díndae (éste subido en un tejado cercano) descargaban sobre el enemigo. Los que llegaron comenzaron a subir la barricada, y ahí actuaron las lanzas y la jabalina de Thorongil. 

Varios orcos cayeron, pero varios se abrieron paso y consiguieron saltar la empalizada. Díndae saltó del tejado mientras Kargor y Thorongil hacían cantar sus espadas. Mientras, otra oleada caía sobre la barricada.

Los defensores estaban débiles y sobrepasados. Antorchas con fuego caían sobre la ciudad y eran apagadas no sin esfuerzo por la mujeres y los ancianos. Los orcos estaban tomando la puerta sur. 

Sólo la sangre dúnadan pudo con la embestida: las cuatro espadas rugieron cortando extremidades y abriendo cabezas sin cesar. Thorongil se enfrentó a un orco enorme y, a pesar de recibir una herida, acabó con él.
Ésto puso en desbandada a los pocos que quedaban en pie despues de vérselas con el mandoble de Kargor y las espadas cortas gemelas de Díndae. Y los pocos que huían campo a través no llegaron al pequeño bosque al este de Cameth Brin: unas sombras voladoras cayeron sobre ellos, agarrándolos en plena carrera, lanzándolos por el aire, aplastándolos.

Díndae, subido a la barricada con su arco listo para matar a alguno de los que escapaba no pudo reprimir una carcajada al ver aquellas sombras y, mirando a su espalda vio a sus amigos y gritó: "¡Las Águilas! ¡Las Águilas han venido!".

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